26 de junio de 2016

Homilía - Domingo 13º T.O. Ciclo C

El Evangelio de hoy es muy elocuente. Está lleno de un profundo sentido teológico, con grandes enseñanzas hacia sus discípulos, Jesús los instruye. Recuerdo que cuando murió mi madre, fue recibiendo uno a uno a sus hijos, excepto a mí que por entonces vivía en Salamanca, y les fue diciendo cómo deberían de actuar después de su muerte. Ella era consciente. Y le dijo: unidos entre vosotros, y a vuestro padre que no le falte de nada. También quiso tenerlo todo a punto, e incluso pensó en la hora de su funeral y a mi padre le dijo lo que tenía que vestir. Bien, aparte de ver a una mujer previsora, nosotros también podemos observar, las últimas recomendaciones de alguien ante su inminente muerte. Así es Jesús, viaja, y antes de que se complete su vida, tal y como ha dicho el texto, decide subir a Jerusalén.  En el camino instruirá a sus discípulos para cuando Él no esté, les va a encomendar una misión
De camino entran en una aldea de samaritanos. Todos sabemos lo mal que se llevan los samaritanos con los judíos. No lo digo yo, sino que lo dice la misma Sagrada Escritura. Pero no solo, se llevan mal de una parte hacia la otra, sino entre ambos. Pero Jesús, rompe con estas costumbres de odiar al otro, por el simple hecho que esto ha sido así toda la vida. Esto no es del pasado, hoy todavía podemos reconocer familias que no se hablan, porque en la cadena ascendente, hubo alguien que tuvo un conflicto y ya por ese hecho, se guarda silencio o se critica por detrás. Jesús quiere desenmascarar esta situación y animar a que es posible la presencia de Dios donde habita el “enemigo”.

No son bien recibidos en la región de Samaria porque van a Jerusalén, centro del judaísmo, lugar de peregrinación de los judíos, especialmente para celebrar la Pascua. Para los samaritanos esto es horrible. Y como no les reciben bien, los discípulos pretenden devolver mal por mal. Ya no se acuerdan lo de poner la otra mejilla o lo de agachar la cabeza, pronto lo verán en el viacrucis que vivirá su Maestro camino del calvario. Hace poco lo vivió el propio Cardenal – Arzobispo de Valladolid, cuando saliendo de su casa se encontró un grupo de hombres desnudos y con bicicletas que ante su presencia se echaron a reír burlándose de él. ¿Qué hizo Don Ricardo? Agachar su cabeza y relacionar este triste pasaje de su vida asociado a la cruz del Señor. Porque en el fondo estas humillaciones, que no son buscadas, nos alcanzan al Señor, nos ayudan a identificarnos con lo que decimos amamos, el Señor no solo en la Resurrección sino también en la cruz.
El Señor regañó a sus discípulos como a niños porque estos querían utilizar el poder de Dios en contra de sus enemigos, pero no de Dios, porque Dios no tiene enemigos. Aunque haya personas que sean indiferentes a la religión y se reconozcan agnósticos o ateos, Dios siempre los recibirá como a hijos y por ello, el único poder que utilizará será el del amor.
Quizá las palabras de regaño de Jesús a sus discípulos les dejó mal y desde la sensibilidad más tierna confesaron que le seguirían siempre. Sin embargo, Jesús el Señor reconoce que en sus buenas palabras hay mucho que labrar, que aun necesitan muchos condicionantes, por eso les hace ver que el seguimiento del Señor es austero, en suma pobreza, puesto que a quién sigue no tiene ni tan siquiera lugar donde reclinar la cabeza. ¿Por qué seguimos confundidos queriendo llenar nuestro saco no solo de cosas materiales sino también de orgullo, etc. si el Señor nos está diciendo que todo eso no es necesario, que lo que importa es el amor?
El seguimiento del Señor, que es de lo que realmente nos habla el final de esta Evangelio, ha de ser incondicional, sin pretextos, por muy justificables que estos sean.
Son palabras para todos nosotros, pero están dirigidas especialmente a los discípulos, hoy podríamos hablar: dirigidas a los sucesores de los apóstoles, que son el papa y los obispos, y a quienes les ayudamos: los presbíteros y los diáconos. Como seguidores de Jesús, habremos de estar injertados en una única vid, que tiene la sabia que nos da la vida, para que nosotros, sarmientos, podamos dar frutos de vida eterna.

Le pedimos a María, Nuestra Señora Virgen de Viloria que ella nos ayude en esta misión de evangelización. Así sea. 

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