3 de julio de 2016

HOMILÍA - Domingo 14º T.O. Ciclo C

El profeta Isaías nos está invitando a la alegría. Esta actitud de la alegría, el papa Francisco la ha acogido y abrazado como actitud imprescindible del evangelizador. ¿Por qué la alegría? Pues parece que es un fruto de estar en Dios, porque él Señor solo se transmite desde la alegría y produce alegría en quien se encuentra con El, y sino fijémonos en María, fijémonos también en el mismo Jesús el Señor que se dirige La Paz, la alegría, a todo quien se encuentra con Él. Y el ángel, les dice también a los pastores: alegraos, os traigo una gran noticia, hoy en la calidad de David os ha nacido un salvador. La alegría del encuentro entre las primas: María e Isabel. El Evangelio produce alegría en quien lo recibe y ha de ser transmite, por tanto, con un talante alegre, fruto de un corazón convencido del amor de Dios.
            ¿Por qué nos falta la alegría? ¿Por qué aparentemente nuestra vida está llena de personas, de historias y amistades trabadas, sin embargo, no se percibe la alegría, nuestras relaciones a veces son secas, frías, distantes, poco afectivas, sin compromiso, aparentemente relaciones individualistas que desean ser justificadas como por el respeto a la intimidad del otro?
            La alegría se nota en la persona. Lo contrario también se nota. Si vivimos alegres, suscitaremos un clima de alegría a nuestro al rededor, y al revés, si vivimos amargados, irradiamos –aunque no lo queramos- amargura a nuestro alrededor.
            San Ignacio de Loyola llama a la alegría que procede de Dios, porque no somos ingenuos y podemos reconocer muchos tipos de alegrías, una persona maléfica puede alegrarse de las desgracias de los demás; la llama consolación espiritual. Y este santo fundador anima a los que tienen consolación se muestren como si no la tuvieran, es decir, anima a lo que nos anima San Pablo a los gálatas, solo nos alegramos en la cruz de nuestro Señor. San Pablo ya está invitando a lo que invita el Señor a los que son enviados a la misión evangelizadora de la Iglesia.
            Somos enviados por el Señor sin más medios que la inspiración del Espíritu Santo. ¿Qué más podemos necesitar? Cada día más justificamos nuestra misión con el afán por tener más aparatos: que si el ordenador, el wifi, la tablet, en el móvil lo tenemos todo y al momento, las redes sociales, ... A veces podemos poner más nuestro corazón en los medios, que justifican nuestro tener, que los idolatrizamos, que nos descentra de lo que sí es verdaderamente importante, y que los medios o el consumismo nos pueden hacer anti evangélicos, porque mucha gente tiene que luchar contra las vicisitudes de cada día y los evangelizadores, por vivir casi sin gastos, gastamos en estas cosas superficiales, y entramos en choque no solo con la gente que no se lo puede permitir y, por otro lado, esta en contra de lo que nos acaba de recomendar el Señor. El seguimiento es en pobreza, no llenos de cosas, y si nos llenamos de cosas, nos estamos confundiendo consciente o inconscientemente de Dios. Jesus ha elegido la pobreza, y Él es toda nuestra riqueza, esto es así, y esta puede ser nuestra mayor alegría, porque al contrario de lo que sucede en otros ámbitos de la vida, para estar cerca de Dios, no necesitamos nada, bueno el deseo de estar con Él.

            Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. Convirtámonos también en esto y no confundamos a nuestro Dios. 

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