14 de julio de 2016

NOVENA DEL CARMEN

SÉPTIMO DÍA: “Visitar a los presos y redimir a los cautivos”

No es fácil visitar a los presos, ¿por qué digo esto? Pues porque las dos veces que yo he participado como voluntario cristiano tuve que esperar bastante tiempo. En los centros penitenciarios hay mucho control.
La Iglesia ha ejercido maternalmente su cuidado por sus hijos, desde el lugar dónde se encuentren.
A penas tenía 20 años cuando fui a la prisión de Burgos. Estuve en un campo de trabajo los terciarios capuchinos en aquella ciudad. Éramos jóvenes de muchos lugares de España. Por la mañana teníamos dos horas seguidas de contemplación ante Jesús Sacramentado, después teníamos formación explícita para tratar con esta gente, no se puede ser un imprudente y llegar y preguntar: “¿y tú, por qué estás aquí?”, después teníamos algún tiempo de recogida de frutos en la finca que estos frailes tenían, creo recordar que era recolectar alubias verdes.
Por la tarde íbamos a la prisión en furgonetas. Lo primero un momento de oración, también ante Jesús Eucaristía, en la capilla que daba al mismo patio. Recuerdo que me escandalizaba que mientras nosotros rezábamos en silencio, entraban algunos e incluso fumaban. Pero lo más bonito, es que ellos se acercaban, les gustaba hablar, con uno estuve escribiéndome durante mucho tiempo.
Reconozco que visitar a los presos puede ayudar a valorar lo que es la libertad, pero esto me hace pensar que el pecado también me esclaviza y tenemos que hacer lo posible de liberarnos de mucho fango, barro, que hay en nuestra vida.
En Logroño, también fui voluntario cristiano, allí tuve que esperar un año hasta que me dieron permiso para entrar. Hacíamos trabajos manuales con las presas y con los más jóvenes.

Cada semana nos estaban esperando que llegáramos, les gustaba hacer trabajillos, sentirse útiles, pero también que fuéramos para hablar, conocíamos sus historias, pues, aunque no se les pregunta por qué están allí, ellos en la medida en la que se van abriendo, te lo van narrando.
Cerquita de nosotros, tenemos a D. Valentín, cura de Mucientes, que es el capellán de la cárcel de Villanubla. Siempre le he valorado por su dedicación y entrega a esta gente a la que Dios nos pide que acojamos como especial obra de misericordia. Un hombre sencillo, pero que hace tanto por ellos, les abre su casa y les ayuda a reinsertar en la ciudad, porque ellos están llamados a reinsertarse, no a estar crucificados para siempre, porque hayan cometido en un error en su vida.

Que María, Nuestra Señora la Virgen del Carmen, nos ate a ella y a Jesús con su escapulario y nos libere de las cadenas de la muerte, como son el pecado. Así sea. 

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