2 de septiembre de 2016

Novena de la Virgen de Viloria - 4º día


Hoy en día, por desgracia, existen demasiadas situaciones para estar triste: la falta de trabajo, la precariedad en el mundo laboral, la no consecución de algunos logros después de muchos esfuerzos, después están otros muy pero que muy tristes: el terrorismo, el hambre, la guerra, la violencia de todo tipo, el poco cuidado de la naturaleza, el despilfarro, la desigualdad, las injusticias, la intolerancia, etc. Y así podríamos seguir. Son situaciones personales y globales, mundiales. Situaciones que conviene consolar, aunque muchas veces no se sabe ni cómo ni de que manera. Situaciones, especialmente las globales, que tienen que ver mucho con el pecado estructural, el pecado del mundo, en el que muchas veces parece que nosotros personalmente no tenemos culpa, pero todos somos corresponsables. Por eso, lo contrario de la obra de misericordia: “consolar al triste”, estaría la “indiferencia”, el mirar hacia a otro lado, de la que tantas veces nos alerta el Papa Francisco.
            ¿Cómo consolar a los que lo han perdido todo? Y no precisamente jugando al bingo o la ruleta de la fortuna, sino por los desastres nucleares, o los fenómenos atmosféricos, o los que invirtieron e invirtieron, y los que ven desparecer a sus hijos, etc.

            María es modelo de consolación para los tristes, ella es Madre del Cristo del Olvido, de todos aquellos que mueren, habiendo otros muchos que se olvidan de los que mueren. Cristo no olvida ni a uno solo, ningún hombre, ninguna mujer es indiferente al corazón de Cristo, esto sería contradictorio con nuestro Dios. El Señor se compadece de nosotros, es más nosotros con nuestros padecimientos somos compañeros de la Pasión de Cristo, y entonces podemos pensar: ¿cómo sufrió el Señor? ¿cuántas veces se cayó al suelo y se volvió a levantar? ¿qué tanto sufrió? ¿Recuerdan Getsemaní, y el momento de la crucifixión, y cuando Pedro le negó? Porque hay dolores y dolores, que te niegue alguien que tenías por amigo es muy doloroso. ¿Le oímos en algún momento quejarse, despotricar, etc.? Entonces, así nosotros podemos obrar. Dios solo opera con obras de misericordia y son estas obras las que nosotros podemos ejercitar. Son acciones muy concretas que nos ayudan a salir de nosotros mismos, de nuestro propio egoísmo.

Y lo mismo podemos decir de la Madre, ella, consoladora de los tristes porque vivía desde el Paráclito, el consolador, el Espíritu Santo que la inspiraba especialmente confianza. Por eso, aunque ella sufría, su silencio era elocuente, porque vivía de la esperanza, de la fe y la caridad. María siente como una espada le atraviesa el alma de dolor, pero al tiempo siente que especialmente hay amor. Y es lo que sucede en todo esto, que en el amor hay mucho de dolor; porque quien ama ya no vive desde uno mismo, sino que mira por sí y por el otro, especialmente en el matrimonio, se unifica la mirada, y cuando Jesús está en medio, esa mirada coincide con la del Señor, y entonces podemos consolar al triste, amortiguar los golpes de la vida, dar muletazos a muchas situaciones pecaminosas que nos tientan diariamente, a cada minuto, situaciones que más bien nos llevan en vez de a consolar al triste, a pasar de él, o a no importarnos como está.

Queridos hermanos, los tanatorios son lugares para consolar al triste. Efectivamente, hay muertes y muertes, no es lo mismo la muerte de alguien que no te lo esperas a la muerte que se veía mayor o de una persona muy mayor. Y, ¿para qué son los tanatorios? Y, ¿en qué los convertimos? Consolar no quiere decir tener que estar rellenando el tiempo de palabras, a mí algunas veces me ocurre, porque por mi vocación me corresponde visitar a muchas personas tristes, y no sabe uno qué decir. ¿Es qué hay que llenar todo con palabras? Quizá ayude mucho la cercanía, los detalles, la presencia, especialmente la oración, el estar ahí; en comunión, que es lo mismo que solidarizándonos con el dolor por el que se pasa en ese momento, que no porque a uno no le esté ocurriendo en primera persona, no quiere decir que no lo pueda comprender.

Por tanto, veo en la actitud del servicio callado, una buena disposición de ayudar al triste. Que alguien que está triste pueda contar con la ayuda de alguien, eso sí es de recibo.

Pidámosle en este día a Nuestra Señora, la Virgen de Viloria, que nos ayude a estar cerca de los tristes para consolarles, que la situación por la que pasan hoy tantas personas nos mueva a percibir el dolor de Dios, y como Dios sufre nosotros le queremos socorrer con nuestra presencia, cercanía, con la correspondencia de nuestro amor: en la oración y en la celebración de los sacramentos. Así sea.

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