10 de septiembre de 2016

NOVENA DE LA VIRGEN DE VILORIA - 8º DÍA

Para dar un buen consejo es necesario tener luz. Para nosotros, cristianos, esa luz nos la irradia la Palabra de Dios. Nadie piense que estoy hablando de un rayo como el de una tormenta, sino que estoy hablando de la luz que aportar Jesucristo, camino, verdad y vida, y también luz para los hombres.
Por tanto, estar en la luz, nos aporta capacidad para aconsejar y para autoconsejar, porque podemos ser muy buenos consejeros y muy malos autoconsejeros.
Hoy en día se lleva bastante lo de tener un consejero. En la sociedad civil hay muchos tipos de consejos y de consejeros. A todo el mundo le gusta que ese consejo cumpla la misión para el que se formó, y escandaliza bastante, especialmente en los últimos tiempos, cuando descubrimos consejeros que más bien se benefician del cargo más que de la ayuda que puedan prestar. Son demasiados los políticos, que una vez han terminado sus días en la política entran a formar parte de estos entes, a veces acusados de realizar “puertas giratorias”, pues no han salido de una y ya están en otra. Quizá habría que aconsejar a todos aquellos que nos dedicamos al servicio de los demás que estamos donde estamos para servir, y no para aprovecharnos de los cargos.
Pero como digo hay muchos tipos de consejos, nuestra parroquia tiene uno, que el párroco escucha de cuando en cuando para llevar un rumbo la parroquia. La diócesis también tiene un órgano de este tipo, Consejo Pastoral Diocesano. Pero fíjense, en la Iglesia no funcionamos al modo que se suele actuar en la tan traída democracia, pues aunque es verdad que existe deliberación y escucha de las distintas posiciones que puede haber en un mismo grupo, el discernimiento, la elección final procede de haber recibido la luz del Espíritu Santo que es la que nos hace movernos hacia un lugar u otro. Porque no lo olvidemos la nave de la Iglesia la dirige Jesucristo, nosotros somos esos remeros, que con nuestro pequeño o gran trabajo dirigimos la Iglesia hacia donde el Señor desea. Pero claro esta barca, ha de tener un consenso, pues si aunque cada uno piense de una forma, luego actuamos que cada uno rema en un sentido pues será un caos. Desgraciadamente es lo que pasa un poco, y por ello rezamos: por la unidad de las Iglesias, para que seamos una.

En la sociedad ha habido personas que han desempeñado con creces esta labor de aconsejar, la gente busca muchas veces a alguien como consejero, los reyes tenían sus consejeros y los tendrán, el consejo de estado, los sacerdotes somos directores espirituales, se agradece un buen consejo de un amigo, de un médico, de la enfermera, etc. Incluso en la etnia gitana siempre ha habido un patriarca al que los demás buscan para pedir consejo. Las personas mayores deberían ser buenos consejeros por todo lo que han vivido y conocen, nosotros a veces no les pedimos consejos porque pensamos que sus consejos son trasnochados, y por eso seguimos siendo esos animales que caen más de dos veces en la misma piedra.
La gente tiene necesidad de abrirse, eso está claro; pero para recibir un consejo el que lo da ha de tener cierta autoridad, y no estoy hablando de autoridad por ser más importante y tener más títulos, sin que la autoridad se la otorga la calidad de vida que lleva. Los padres, como padres y no amigos, deben dar buenos consejos a sus hijos. Una madre hoy en las redes sociales ponían la foto de su hija bajo los efectos del alcohol, le dijo que iba a dormir donde una amiga, quizá algunas veces podamos creer que tenemos como hijos a Santa María Goretti, hasta que nos dan la sorpresa; hay que estar preparados.
María, tras La Anunciación, recibiría muchos consejos, de sus padres, Joaquín y Ana, de su futuro esposo, José, de su prima Isabel, de sus parientes. Pero el principal consejo, mensaje, lo recibió ella de Dios, a través del Espíritu Santo que la iluminó. Ella en aquel momento, aunque no comprendiera nada de lo que estaba ocurriendo, se fiaba de la voz en su interior. Quizá también recibió otro tipo de consejos, normales en cierto sentido, porque se arriesgaba a ser lapidada por el simple hecho de ser en aquel momento “madre soltera”.

Ojalá todos nosotros podamos ser buenos consejeros los unos de los otros. Así sea. 

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