8 de septiembre de 2016

Solemnidad de la Natividad de Nuestra Señora - Virgen de Viloria


Como saben lo largo de este año, desde la pasada fiesta de La Inmaculada en la Iglesia estamos celebrando un Año Jubilar de la Misericordia, que concluirá en la próxima festividad de Jesucristo, Rey del Universo.
            Durante dos novenas a la Virgen de este año les he ido exponiendo las obras de misericordia que se desprenden de esta misericordia, a la que el Señor nos invita por el simple hecho de ser cristianos: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, acoger al peregrino, visitar a los presos y redimir a los cautivos, enterrar a los muertos, rezar por los vivos y por los difuntos, sufrir con paciencia los defectos de los demás, consolar al triste, perdonar las injurias, corregir al que se equivoca, dar buen consejo al que lo necesita y enseñar al que no sabe. En total catorce, siete corporales y siete espirituales.
            Todas ellas son actitudes nos llevan a la atención del otro, y como nos dice el mismo Jesús en el Evangelio: “lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”. Es decir, el amor que sentimos por el Señor, lo hemos de manifestar en el prójimo, especialmente en este prójimo. Y la vida de María, y en el día de su cumpleaños, como se suele hacer, pues es cuando se alaga más, le reconocemos que ha sido vivir en esta clave: ser para los demás, porque los demás son el cuerpo de su hijo. Decía la Madre Teresa de Calcuta a los sacerdotes, esta mujer tan entregada a los más desfavorecidos de la sociedad, que el pasado domingo fue canonizada, ella decía: “los sacerdotes durante la Eucaristía tocáis el cuerpo de Cristo por un instante, sin embargo, yo tengo la suerte de estar tocándolo todo el día”. Efectivamente en el moribundo, en el pobre de solemnidad, en los enfermos, en las clínicas abortivas, etc. allí está el cuerpo de Cristo como en la cruz, es ahí donde especialmente está la Madre, la Virgen María, al pie de la cruz, para acoger el cuerpo de su Hijo, y el cuerpo de su hijo está así.
Pues ni en el día del cumpleaños de la Virgen vamos a ser ingenuos, vamos a cerrar los ojos para ver cómo está este hogar común, de todos, que llamamos planeta Tierra: pobreza, ambición, guerra, muerte, violencia, paro, enfermedades, calentamiento global, terrorismo, corrupción, individualismo, etc. en definitiva, muerte.

¿Dónde está Dios en medio de todo esto hermanos? Algunos piden la demostración de la existencia de Dios. Pues como decía el Papa Francisco a los jóvenes concentrados en Cracovia para la pasada Jornada Mundial de la Juventud, y tras la visita del campo de concentración de Auswich, Dios está ahí en el sufrimiento, y María está con Él, acompañando y no olvidando. Dios está amando, ¿se puede demostrar cómo amamos a una persona? Podemos relatar la experiencia de ese amor, pero difícilmente explicar que ese amor realmente existe. Así María, vive desde la experiencia que ama a su Hijo siempre, ama a sus hijos siempre, desde el mismo momento de la concepción hasta el momento de la muerte natural. Es madre y las madres son así.
Que alegría tan grande poder estar celebrando esta fiesta juntos, como hermanos. Nos unimos, hoy, a multitud de pueblos que celebran también este día, el cumpleaños de María, desde tan diversas advocaciones que hablan de un lugar. Por eso, nunca debemos olvidar cuáles son nuestros orígenes, los de nuestro pueblo, nuestras fiestas y costumbres están fundamentadas en experiencias de fe, como la experiencia que tuvo este pastor al que se le apareció la Virgen en este pago de Viloria. Pero traigamos a colación lo que realmente quiere decir esto, que no es tanto una aparición mágica, que nos invita más a la ciencia ficción que al creer. María se hace la encontradiza, como Jesús a aquellos dos discípulos que tras la Resurrección iban camino de aquella aldea, Emaús. Se encuentra con la gente sencilla, un pastor, una persona que está trabajando a la intemperie. Y esto se repite desde el primer momento del anuncio de los ángeles a los pastores para comunicarles el nacimiento del Hijo de Dios, y se repite con María, y con José, y tantos que, a lo largo de la Historia de la Salvación, Dios, el Dios de nuestros padres, ha ido eligiendo para hacerse presente. Quizá seamos más de los que parece, porque efectivamente el Señor, María, están en medio de tu vida y no los reconoces, por qué, porque hay que tener la mirada de los sencillos, la de los humildes, etc. para ver. Con las gafas del soldador no se ve nada, solo cuando está el haz de luz que une un metal con otro, por medio de un cordón. Así es Dios, ese haz de luz que une, a veces más que metal, piedras que somos, nos une unos con otros. Hay que tener ojos para ver, porque si estamos esperando rayos y truenos lo tenemos claro, Dios está en el susurro, en el detalle de cada, en lo que aparentemente parece que no existe, pero sí, está ahí dándose. ¿De quién lo va a ver aprendido sino de su Madre? Así sea.

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