6 de septiembre de 2015

OCTAVO DÍA: DOMINGO 23 T.O. CICLO B - HOMILÍA DE DOMINGO

            Hoy es domingo, día en que los cristianos nos reunimos para juntarnos en asamblea y celebrar la Eucaristía. Y a la Misa venimos a presentar al Señor lo que somos, lo que tenemos, pero también lo que queremos ser. Le presentamos nuestro mundo y nos deseos de paz para él. Un recuerdo muy especial para Siria, en conflicto bélico y un abrazo muy grande para todos aquellos que se han decidido escapar buscando refugio. Parece increíble, ¿verdad?, que en una época donde hemos avanzado tanto, en algunos aspectos de la vida seamos siendo tan trogloditas. Hoy a nuestra oración conjunta, también, traemos a Renato, José Manuel y Juan, estos tres varones que esta tarde serán ordenados sacerdotes para el servicio pastoral de nuestra diócesis de Valladolid.

Acabamos de escuchar las lecturas de este domingo. Y si ahora les preguntara, ¿con qué se han quedado ustedes?, ¿qué es lo que más les ha llamado la atención? La Palabra, que es proclamada, es para ser acogida en el seno de nuestras iglesias y para ser vivida en nuestra propia vida. La Palabra no es algo que se oye, sino algo que se escucha. No nos ha de dejar indiferentes, sino que nos ha de dar fuerzas, vitalidad, para continuarla hoy. La Palabra de Dios está viva y es actual, por ella parece que no pasa el tiempo. Voy a entresacarles alguna idea que nos pueda ayudar a todos no solo para este momento, sino para toda la semana.


Hemos escuchado a Isaías, casi siempre la primera lectura tiene mucho que ver con la lectura del Evangelio, se nos habla de conversión. Es un texto muy cortito pero muy bello. Isaías anuncia a los “cobardes de corazón” una gran noticia y es que Dios trae la salvación. Dios es capaz de transformar todo: la debilidad, el cerramiento de nuestros sentidos y la desertificación interior, que a veces nos hace secos, duros, indiferentes y poco comprometidos.

El salmo 145 insiste en la idea de que Dios es un Dios grande, capaz de devolver la vida a aquellos que la habían perdido. Nos habla de fidelidad, justicia, alimenta, liberta, da visión, endereza, ama, acoge, sustentador, confunde a los malvados,… Dios es un rey que reina para siempre. ¿Puede haber una Palabra más actual? Todos estos adjetivos que califican a Dios son para ser acogidos por todos nosotros, para que los acojan –también- los poderosos de la tierra, y este mundo pueda ser una gran fraternidad, porque Dios con ese sentido la creó.

El evangelio de Marcos continúa esta línea del Dios que abre y no cierra. Jesús pasa por donde estamos, camina a nuestro lado, en este caso Tiro y Sidón, a traviesa nuestra vida y nosotros también le presentamos, cuando tenemos algo que decirle: nuestras necesidades, nuestros sufrimientos, los de nuestros familiares, la falta de paz, las relaciones interpersonales, los trabajos, la salud,… presentamos también personas, especialmente con limitaciones. Y, Jesús el Señor, acoge nuestras oraciones, no es un Dios que le falte audición, tampoco es un Dios que cómo tiene mucho que hacer ya me atenderá cuando pueda, Dios escucha y nos responde, ¿atendemos nosotros a su respuesta? A veces vamos al médico y decimos, ya ves, le he dicho todo lo que me pasa y no me ha recetado nada. ¿Quién es el médico? No siempre las cosas son como nosotros queremos, muchas veces –incluso- los consejos parece que son para regalarnos el oído, nos dicen lo que queremos escuchar. Pero en nuestra vida, que es objetivo y directo en el mensaje es Dios mismo y su mensaje es veraz y mira por cada uno de nosotros, aunque a priori, no lo parezca.

Dios desea abrir nuestros sentidos: el oído, el gusto, el tacto, el olfato y la vista. Y que nos abramos, así de completos, con todos nuestros sentidos, a Él. Abrirnos para sentir el abrazo de Dios, su mirada compasiva, su ternura, su olor de santidad, su voz suave y alegre,… El Señor está cerca de los que lo invocan. Si hubieras seguido leyendo el salmo con el que hemos rezado al Señor, hubiéramos escuchado: “El Señor está cerca de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”.

Sin embargo Santiago, y para terminar, se sale un poco de lo que estamos hablando pero ahonda en lo que meditamos el pasado domingo. También Santiago nos quiere abrir los ojos a nosotros mismos, con el sentido de no autoengañarnos. Nos viene a hablar de la coherencia de vida, de la fe y las obras. Si creemos en Dios seamos consecuentes con Él. Y es muy fácil, miremos el Evangelio porque él contiene todas las pautas para el caminar diario, para el enfoque de vida, en el evangelio está la moral que nos ha de hacer vivir entre nosotros y en este mundo. En el fondo, seamos acogedores y no miremos a quién. Así sea.

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