3 de septiembre de 2015

QUINTO DÍA: PECADO GLOBAL o ESTRUCTURAL

Hoy vamos a tratar el tema del pecado. Lo vamos a dividir en dos, hoy trataremos el tema del pecado estructural y mañana, el pecado personal.

Si ayer hablábamos del amor, de la caridad, en definitiva, de Cristo; hablar de pecado, es hablar de des-amor. Si hemos hablado de las virtudes teologales y hemos dicho que, en definitiva, son las actitudes que nos centran en el Dios de Jesucristo, el pecado, más bien nos centra en nosotros mismos. El amor, dijimos es servicio, es desprendimiento, es “tú crece que yo disminuyo”, sin embargo, el pecado habla de “el que venga detrás que arree”. 

Primero hablemos del pecado estructural como negativa al amor de Dios en el mundo. ¿De qué estamos hablando? La historia de la humanidad resulta que es una historia de “no amor”. Mirando los últimos años: podemos verlo en el catálogo de noticias que aparecen cada día en los MCS, desde la realidad. Y podemos imaginar, por ejemplo, a uno de esos jóvenes que ante esta realidad se manifiesta “indiferente”: La boca llena de gusanitos, o comiendo pipas o mascando chicle, unos enormes auriculares cubriendo la cabeza, los ojos fijos en un monitor y el cuerpo meciéndose al ritmo del sonido que escucha. Entre las manos: maquinitas o móviles, desde los cuales se puede uno comunicar sin moverse de casa. Es la perfecta imagen de algunos adolescentes y jóvenes en nuestro mundo occidental.

Existen otro tipo de imágenes, que podríamos llamar imágenes en estéreo. Están por todos lados, abarrotan el planeta, entran en nuestras mismas casas. Y, sin embargo, el chaval de la primera imagen que les decía ni las ve, pues, mira la tele, ni las oye, porque con sus auriculares tiene bastante; ni se percata, ni mucho menos las siente. Pero ahí están algunas: situación en Oriente, Hambre en el mundo, inmigración, mendicidad, persecución religiosa, crisis económica, paro, ancianos,... y tantas noticias más que no se recogen porque nadie se acuerda, no venden. ¿Quién se acuerda hoy del ébola?, esta enfermedad continúa matando a muchas personas.

Como cristianos estamos llamados a afectarnos por el mundo, hemos de mirarlo con ojos de compasión para las víctimas y de misericordia para los provocadores. Ojalá nuestra mirada llegue a ser como la mirada de Dios y ella te evangelice.

Pero, pareciera como si este pecado global no fuera con nosotros, y nos dijéramos: “¿qué culpa tengo yo del hambre en el mundo?”, “del drama de la trata de blancas y de la prostitución”, “de la explotación infantil”, “de la esclavitud”, “de la contaminación atmosférica”, etc. Y es que todo lo que nosotros hacemos tiene repercusiones en los otros. Somos y no podemos despojarnos de ser-en-relación. Incluso en nuestro propio corazón crece a un tiempo el trigo y la cizaña.

El “no al amor” toca nuestra íntima relación con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Hemos sido llamados a la amistad con Jesús y el mayor mal es que el ser humano rompa, corte, destruya esa amistad. La destrucción de la amistad, del “no al amor” de Dios es lo que la Biblia llama pecado. Pecado es lo que entorpece, bloquea, destruye, causa desorden en el plan de Dios. El pecado es la decisión por preocuparse por sí mismo. Es la negación de toda dependencia y toda relación (cf. Parábola del Padre Misericordioso); y cuenta con diversas dimensiones: antropológica: deshumaniza, esclaviza; teológica: va contra el amor apasionado del Padre; sociológica: destruye al hermano y niega la fraternidad; cosmológica: implicaciones ecológicas; y, cristológica: Cristo es la síntesis de todo lo creado. 

El pecado es muy dañino y se cuela muy sibilinamente, también en las estructuras, no hay ni una que quede inmune, necesitamos orar esta actitud contraria al amor de Jesús por nosotros. Lo que está claro es que el amor está asegurado, esto no lo debemos olvidar y precisamente su amor se manifiesta más en nuestra maldad y en nuestro pecado; lo cual no quiere decir “que a pecar que son dos días”. Pero claramente Dios se hace más presente cuando estamos más necesitados de su protección, de su salvación. Dios, también, se revela en el pecado.

El pecado del ser humano fue el vehículo de desear la muerte de Jesús, el Inocente; y en su muerte quedan representadas las muertes de tantos inocentes hoy. Si queremos ver las consecuencias que trae consigo el pecado, fijémonos en Cristo puesto en cruz. Y puestos ahí, en su presencia preguntémonos: “¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué voy a hacer por Cristo?”. En la historia de la humanidad tenemos este acontecimiento escalofriante: el pecado mata al Hijo. 

Si deseamos dejar un mundo lo más puro, sano y limpio para que no se contaminen los que nos sigan, hemos de luchar por establecer ese orden; pues, si el mundo, la sociedad está como está, es porque vivimos como vivimos,... Por encima de nuestros deseos están nuestros intereses; los cuales no suelen partir el corazón.

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